“Después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. 28 Y dejándolo todo, se levantó y le siguió. 29 Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. 30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? 31 Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Mateo 5:27-32).
Consideraciones previas:
1.- Los recaudadores de impuestos grababan con tantos intereses sus cobros que eran considerados ladrones en Israel, y por tanto eran repudiados.
También se les conoce con el nombre de publicanos.
2.- Leví, también es conocido por el nombre de Mateo. En el pasaje paralelo (Mateo 9:9) se le llama así.
Así que este hombre que antes robaba, después fue discípulo, apóstol y evangelista.
Enseñanzas:
1.- La conversión es un milagro.- En el capítulo 5 de Lucas, vemos primero la pesca milagrosa, luego la curación de un leproso, luego la curación de un paralítico, y ahora la conversión de Mateo.
Milagros sobre la naturaleza, milagros sobre el cuerpo humano y milagro sobre el alma y el espíritu humano.
La conversión es un milagro que Dios hace al alma y al espíritu de ser humano.
Es un milagro que cambia la actitud, los sentimientos, la visión de la vida, los propósitos, etc.
El alma está compuesta de mente, sentimientos y voluntad, y las tres son transformadas por la conversión.
2.- Un convertido evangeliza.- Hizo un gran banquete e invitó a muchos compañeros de trabajo para que conocieran a Jesús.
Llamó a todos sus amigos y les invitó a una comida para que ellos también recibieran el milagro que había recibido él.
Cuando te conviertes aparece una preocupación por la salvación de los demás.
Lo ves tan claro, lo entiendes, sabes que tu vida estuvo volcada en lo que perece, que no tenía sentido, y piensas que todos los demás lo van a comprender también.
3.- Generosidad.- La conversión nos vuelve generosos.
Un ladrón egoísta como Mateo que solo pensaba en ganar cada día más organiza “un gran banquete” e invita a muchos. Esto le costó un dineral.
Cuando te conviertes te vuelves generoso, piensas en los demás y das de lo tuyo con gozo.
Alguien que no es generoso, que no da a Dios y a los demás, ha de pensar y reflexionar ya que tal vez nunca se convirtió.
4.- El siervo de Dios no se preocupa de su reputación.- A Jesús no le importaba lo que pensara la gente bien vista de la sociedad.
El tenía que dar un mensaje a aquellos que lo necesitaban y fue a darlo.
Los que pensaban mal del corazón de Jesús era porque no le conocían y amaban más el quedar bien que salvar a los que se pierden.
5.- Ir al pecador para sacarlo del pecado.- No es ir a pasar el rato, no es ir a pecar con ellos.
Es ir para que otros no vayan.
Jesús iba a pecadores, publicanos, prostitutas para que dejara de ser pecadores.
Los cristianos vamos al pecador para que este deje de pecar.
Tampoco vamos a los pecadores para presumir de “guay” por la vida.
No vamos a los pecadores para levantar nuestra autoestima, “yo voy a los que nadie va ¡gloria a mí!”.
Vamos a los pecadores para que salgan del pecado y para colaborar con Dios en que ellos formen parte del reino de Dios.
6.- Nadie es justo.- “No vino a los justos”.
Todos somos pecadores que tenemos que arrepentirnos, sin importar el tipo de pecado que practiquemos.
Jesús con esto no rechazaba a los fariseos, lo que está diciéndoles es que ellos también son pecadores.
Todos estamos al mismo nivel delante de Dios, desde el “mejor” al “peor”, todos somos iguales y todos necesitamos del perdón de Dios.
Necesitamos convertirnos para vivir una vida plena en esta vida, y en la venidera la salvación eterna.
7.- Arrepentimiento.- “Metanoia” cambio de sentido en el caminar.
Mateo dejó de robar cobrando más de lo debido.
En este caso era preciso dejar el trabajo, en otros no es necesario, solo hay que hacerlo de la forma correcta.
Hay que ir en otro sentido.
No existe la salvación sin arrepentimiento, sin cambiar, sin dejar de hacer lo malo que hacía antes.
No existe la salvación si se sigue pecando igual.
Es preciso un encuentro con el Señor, oír el “sígueme” y tomar la dirección que Él nos marque.