Prestar la fe

“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Santiago 5:14-15).

 

Cuando uno está enfermo las emociones se vienen abajo, las fuerzas se van, y el estado en que se encuentra el cuerpo hace que la fe decaiga.

Por esto la Biblia nos da una opción gloriosa: si no tengo fe que venga otro y me preste la suya.

 

1.- Fe para uno mismo.

Es importante tener fe para nuestras necesidades, para que el sueño de Dios se realice en mi vida, que la visión de Dios se haga realidad en nuestras vidas.

Tenemos que orar con fe por nuestro trabajo, por nuestra sanidad y por el servicio en la iglesia donde Dios nos colocó.

 

2.- Fe para otros.

Tener fe para uno está bien, pero Dios nos dio la fe para mucho más, la dio también para apoyar a personas que se encuentran mal.

La gente, usted mismo, pasamos por una montaña rusa de circunstancias y tal vez ahora se encuentra bien, pero va a llegar el momento en que se encuentre mal.

Cuando alguien no tiene fe, que bueno que esté usted allí para que su fe le bendiga.

Visite a aquellos que están desanimados, Dios cuenta con usted para que ayude a otros con su fe.

 

3.- Fe frente a crítica.

Es fácil encontrar faltas, pero la gente no necesita tu juicio, necesita tu fe.

En el mundo hay demasiada gente que critica, sea diferente, préstele su fe al que no tiene.

Es triste ver a hermanos criticando y condenando a gente en vez de prestarles su fe.

Los pastores tenemos el permiso de Dios de juzgar y disciplinar a la gente que viene a causar daño a la iglesia, y con todo, a pesar de tener la licencia de Dios nos lo pensamos mucho antes de aplicar disciplina.

Ponemos un “manto de misericordia” hay mucha gente que cambia y rectifica.

Con todo hay casos en los que interpretan “el manto de misericordia como debilidad o miedo” y entonces desgraciadamente hemos de actuar, pero nos lo pensamos mucho.

Si la persona es humilde va a oír de Dios y va a cambiar, si es rebelde va a decir que Dios le habla y se va a reafirmar.

No conozco rebelde en la iglesia que no diga que se rebela y hace daño guiado por Dios.

 

4.- Somos un cuerpo.

 “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:4-5).

No se centre solo en usted y sus cosas, levante a otros que han caído, ayude a los que están abatidos, ore por los que están enfermos.

Ayude a alguien a seguir adelante.

A veces necesitamos fe prestada.

Si prestamos nuestra fe estamos colaborando con Dios y manifestándonos como cuerpo.

Un verdadero hermano de fe no sale corriendo cuando las cosas van mal, sino que sale a ayudar en esos momentos.

Cubra a la gente con su fe, ayude a los que pasan momentos difíciles prestándole su fe.

Su fe puede ser lo que les haga avanzar y levantar a los que cayeron y no podían levantarse.

 

5.- Dios va a multiplicarle.

Preste su fe y Dios le dará más fe, preste su tiempo y Dios le dará más tiempo, dé ánimo y Dios le mantendrá animado.

Cuando ayuda a otro a levantarse, Dios va a levantarle más alto.

Cuando presta su fe a un necesitado no hay límites a los que Dios puede llevarle.

Cada vez que presta su fe y ora por otro es una semilla que siembra y que va a dar fruto.

 

6.- Encuentros divinos.

Hay personas que Dios lleva a su vida para que cuando le necesiten usted ore por ellos.

Hay mucha gente sufriendo, no creen en la vida, no creen en el futuro, necesitan a alguien que ore por ellos, que les de esperanza y victoria.

Dios le pone gente alrededor suyo para que los apoye cuando no tengan fuerzas, no pierda la oportunidad de prestar su fe.

 

7.- Nuestras oraciones van a la presencia de Dios.

“Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos” (Apocalipsis 8:4).

Cuando oramos Dios oye nuestras oraciones.

No hay freno para las oraciones que usted hace, parece que hay un ángel especializado en llevar su oración a la presencia de Dios.

Ore por la gente que Dios le ponga delante, ore por los que le pidan oración y por los que no, no deje de orar, aunque la otra persona ni se entere.

 

8.- Pastor Javier Martínez.

Antes de yo entrar en la iglesia me encontré varias veces con Javier Martínez, en aquel entonces no era pastor, me predicó el evangelio con un fuego que era característico en él, pero yo tenía mis propias ideas y no le hice caso.

Al cabo del tiempo entré en la iglesia y cuando me volví a encontrar con él, y se lo dije el se puso muy contento y me dijo que continuamente oraba por mí y que entendía que Dios había escuchado sus oraciones.

Tus oraciones rompen fortalezas, lo que los argumentos no logran lo hacen las oraciones de gente de fe.

 

9.- Dar a otros es dar a Dios.

“Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).

Preste su fe, ore por la gente, recuerde que Dios no solo le da la fe para sus necesidades, sino que también se la da para que apoye a otros.

Su fe puede llevarle a lugares que nunca soñó, puede hacerle conquistar cosas maravillosas para su vida y también puede ayudar a otros a ser aquello que Dios tiene destinado para ellos.

 

10.- Naamán.

Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso. 2 Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. 3 Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra. 4 Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel” (II Reyes 5:1-4).

Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel” (II Reyes 5: 15).

Naamán no tenía fe, pero la joven le prestó su fe en Dios y le habló del profeta.

Naamán se sanó y se convirtió, incluso se llevó arena de allí para hacer sacrificios sobre esa arena y honrar de esta manera a Dios.

La fe de la muchacha hizo que Naamán se sanara y se convirtiera.

Dios va a ponerles a su alrededor a personas para que les preste su fe y ore por ellos.

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