El propósito de Dios

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

– Nacemos en este mundo en una familia, cada uno en una diferente, con culturas diferentes y con maneras de pensar diferentes.
Unos nacimos en familias pobres, otros en ricas, otros en intelectuales, otros sin cultura, otros dedicados a hacer las cosas bien y otros a delinquir.
Muchas familias y muchas diferentes formas de enfocar la vida.

– Según hemos nacido en una familia o en otra se nos ha ido dando unas enseñanzas, unos principios, unas formas de entender y afrontar los problemas y situaciones de la vida.

– Nuestro cerebro infantil es como cera virgen, como arcilla modelable que lo que marquemos ahí queda.
Nos adaptamos a la sociedad que nos envuelve, pensamos como se nos pide que pensemos, y al final acabamos formando parte de una estructura misteriosa que podemos llamar sistema de cosas, mundo o sociedad.

¿Qué propósitos se nos ofrecen en este sistema de cosas?

Algunos luchan por ser grandes músicos, otros escritores o pintores.
Otros grandes profesionales de la ingeniería o de la medicina, o tal vez gobernar el país llegando a ser presidente del gobierno.
Nos integramos en este sistema y esperamos ser reconocidos por una estructura que no reconoce a nadie.

Este es un mundo que Juan Bunyan en el libro “el progreso del peregrino” llamó “Feria de vanidades” y la Biblia nos dice: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 1:2-3).

Conflicto

Ahí estamos cada uno representado su papel pero unos a una edad y otros a otra, nos encontramos con la presentación de un mundo diferente, de una opción distinta, nos encontramos con el evangelio.

La conversión es un choque de mundos, la conversión crea un conflicto entre lo que hemos sido siempre y lo que Dios nos pide que seamos en el evangelio.

Por eso el evangelio produce conflicto, en especial un gran conflicto interno que puede acabar golpeando el ambiente en el que nos hemos movido siempre.

El evangelio nos lleva a una encrucijada, hemos de decidir si seguir como somos o cambiar.
No todos son lo suficientemente valientes como para cambiar, es cómodo seguir como se está, para muchos es preferible tomar la “pastilla azul” de “Matrix”.

Cada vez que predicamos el evangelio ponemos a las personas en una situación comprometida en la que han de tomar la decisión más importante de sus vidas.

Si recibe a Cristo, si se toma la pastilla roja, los ojos del espíritu se abren, vemos desde una dimensión diferente, entendemos que hemos estado viviendo una farsa y que Dios nos orienta hacia un mundo mucho mejor.
El espíritu que estaba muerto toma vida, la vida de Dios.
Las metas que teníamos antes, los propósitos que eran claros para nuestra vida, ahora ya no tienen importancia, somos nuevas criaturas en Cristo.

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (Filipenses 3:7).

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (II Corintios 5:17).

“Pasaron” esto es una realidad en nosotros, estamos en algo diferente, nuestras metas y propósitos cambian, todo es hecho nuevo.

Dios nos da una nueva meta, un nuevo propósito:

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:12-14).

Dios salva con un propósito, con una meta.
Algunos piensan que lo único que hay que hacer es venir a la iglesia los domingos, otros ni eso. Dios quiere más.

Si yo comienzo un viaje sé de donde salgo, pero también he de saber a dónde voy.

Hemos de saber para que nos llamó el Señor.

Dios nos llamó para varias cosas

1.- Restaurar la imagen de Dios en el hombre.- Dios hace al hombre a su imagen y semejanza.
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26-27).
El hombre es creado como imagen de Dios, pero al caer esa imagen ha quedado destruida.
El pecado es una desviación del propósito de Dios.
Dios quiere que volvamos a tomar su imagen, esa es su meta, ese es su propósito.
La muerte de Jesús tiene como misión corregir la desviación provocada por el pecado.
Dios no solo quiere llevarnos al cielo, sino que también tiene como propósito que la imagen de Dios en nosotros sea restaurada.

2.- ¿Para qué quiere Dios que la imagen de Dios en nosotros sea restaurada?.- Para que volvamos a ser sus hijos.
Jesús es el varón perfecto sin pecado al que debemos imitar.
Nuestro propósito es llegar a la estatura de Cristo.

3.- Dios tiene un propósito: Ser padre.
Dios quiere tener hijos, el desea tener una gran familia.
Jesús predicó el evangelio y en todo él, el concepto de la paternidad de Dios está por todas partes.
El oraba al Padre, y nos enseñó a que nosotros también oráramos al Padre.
Jesús vino a mostrarnos el carácter paternal de Dios.
El vino a presentarnos a Dios de una manera totalmente diferente a como se le conocía hasta ese momento, como Padre.

4.- El evangelio es la única forma existente para que el ser humano regrese a la familia de Dios.- A través del evangelio volvemos a ser hijos, y Dios vuelve a ser Padre.

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

5.- Conjunción de propósitos.- Hay una conjunción de propósitos, el nuestro de ser hijos y el de Dios de ser Padre.
La iglesia es el conjunto de personas que han decidido que el propósito de Dios se cumpla.

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).

6.- Ser igual a Jesús.- Hemos entrado en el proceso de transformación a la imagen de Cristo.

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (II Corintios 3:18).

7.- Lo palabra nos transforma.- “Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (II Pedro 1:4).

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