La Visión de Isaías

En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. 6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. 8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. 9 Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. 10 Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad” (Isaías 6:1-10).

Isaías vivió en un momento de decadencia espiritual de Israel.

Los reyes eran idólatras, y la gente vivía de espaldas a Dios.

En este contexto Dios levanta una voz para hacer que el pueblo recapacitara y volviera a Él.

Al libro de Isaías se le conoce como el quinto evangelio debido a la cantidad tan enorme de referencias a él que hay en el Nuevo Testamento tanto en los evangelios como en las epístolas.

Si bien en los capítulos anteriores Isaías ha tenido visiones, se considera este capítulo como el llamamiento de Isaías, y el momento en el que es lanzado con poder para predicar el mensaje de Dios.

Enseñanzas:

1.- Dios le muestra a Isaías lo que otros no ven.- Isaías, como es su costumbre, va al templo de Jerusalén.

Pasa la puerta y llega al altar del sacrificio. Se queda allí, al no ser levita no podía entrar ni en el Lugar Santo ni en el Lugar Santísimo, solo puede estar en el Atrio.

Estando allí tiene una visión. Hay un momento de aislamiento de Isaías con Dios.

El resto de la gente hacía sus cosas, pero Isaías está viendo la presencia de Dios.

Los hijos de Dios vivimos en un mundo de revelación diferente al resto de la gente.

Estando en el mundo, Dios nos abre los ojos a realidades espirituales vedadas a los demás.

Dios nos puede sacar del mundo material y llevarnos al espiritual.

2.- Dios gobierna.- La visión es la de un rey soberano.

Israel tenía reyes malvados, pero Dios es superior.

Dios es el rey del universo que está sobre todos los reyes.

Isaías vio reyes malos, necesitaba ver al Rey al que sirve.

Necesitamos ver al Dios que servimos, al soberano que está en control de todo.

Los otros reyes son pequeños en comparación con Él.

3.- Serafines.-

a.- Hay afinidad entre esta visión y la de Juan en Apocalipsis 4:1-9.

b.- Ambos ven el trono de Dios y lo que ocurre en el cielo.

c.- Ambos ven ángeles.

d.- Isaías les llama serafines “seres ardientes” Juan “seres vivientes”.

e.- Tienen seis alas, y con cuatro se tapaban la cara y los pies en señal respeto.

4.- Santo, Santo, Santo.- Tres veces Santo, esto es una referencia clara a la trinidad.

Se refuerza con el versículo 8 “¿Quién irá por nosotros?”.

5.-Ver la gloria de Dios.- “Toda la tierra está llena de su gloria”. En estos momentos Isaías no ve el pecado de Israel, ve la gloria de Dios.

La gloria de Dios está por todos lados, solo hace falta que Dios nos abra los ojos espirituales para que la veamos y la disfrutemos.

Pablo vio la gloria de Dios en la cárcel, Juan la vio en la isla de Patmos.

La gloria de Dios está en todos lados, se va a manifestar en la gente que cree en Él, y se mueve en su poder.

6.- Lo espiritual conmueve lo material.- “Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba” (V.4).

Todo el templo físico se movió, fue como un terremoto.

Cuando entras en la dimensión del espíritu podrás ver las consecuencias del poder de Dios en la tierra.

7.- Es una manifestación de Jesús.- Isaías está viendo a Jesús, es un Teofanía.

Esto lo confirma Juan 12:37-41.

Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; 38 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor? 39 Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: 40 Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan y yo los sane. 41 Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él”.

8.- Ver la gloria de Dios nos expone.- “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (V.5).

Isaías al ver la santidad y la gloria de Dios ve su propia realidad.

Antes de ser usado por Dios tenemos que tener conciencia de nuestro pecado y de que no podemos actuar por nuestro propio mérito.

Si nos creemos santos vamos mal.

Los santos son los que se ven como son en realidad.

Isaías vio que sus labios eran inmundos, pero cualquier cosa que miremos en nosotros será inmunda ante la presencia de Dios.

¿¡Como predicar de un Dios Santo con labios inmundos!?

9.- El sacrificio nos purifica.- “Un carbón encendido, tomado del altar”.

El carbón tomado del altar del sacrificio santificó a Isaías.

El sacrificio de Jesús en la cruz, nos santifica a nosotros.

La culpa y el pecado fueron llevadas por Jesús en la cruz.

Eres apto y capaz de servir a Dios fielmente.

10.- Dios respeta nuestra voluntad.- “¿A quién enviaré?”.

Dios ha trabajado con Isaías por años, le ha dado palabra, le da ahora una visión, le purifica sus labios, y cuando ya está listo le pregunta “¿A quién enviaré?”.

Dios nos prepara, pero tenemos nosotros que decirle “Heme aquí, envíame a mí”.

Dios ha invertido en ti, ahora te corresponde decirle sí a Dios y hacer su obra.

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