El amor de Dios

“Mas yo soy Jehová tu Dios desde la tierra de Egipto; no conocerás, pues, otro dios fuera de mí, ni otro salvador sino a mí. 5 Yo te conocí en el desierto, en tierra seca. 6 En sus pastos se saciaron, y repletos, se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de mí. 7 Por tanto, yo seré para ellos como león; como un leopardo en el camino los acecharé. 8 Como osa que ha perdido los hijos los encontraré, y desgarraré las fibras de su corazón, y allí los devoraré como león; fiera del campo los despedazará. 9 Te perdiste, oh Israel, mas en mí está tu ayuda. 10 ¿Dónde está tu rey, para que te guarde con todas tus ciudades; y tus jueces, de los cuales dijiste: Dame rey y príncipes? 11 Te di rey en mi furor, y te lo quité en mi ira. 12 Atada está la maldad de Efraín; su pecado está guardado. 13 Dolores de mujer que da a luz le vendrán; es un hijo no sabio, porque ya hace tiempo que no debiera detenerse al punto mismo de nacer. 14 De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol; la compasión será escondida de mi vista” (Oseas 13:4-14).

 

Oseas fue un profeta que vivió en el siglo VIII a.C. en Israel.

El mensaje principal del libro de Oseas es el amor de Dios a su pueblo, un amor que está por encima de lo que su pueblo se merece.

El libro de Oseas, en sí, es una metáfora en la que compara a Israel y Dios con un matrimonio en el que Israel es una esposa infiel.

La esposa, Israel, adultera, y Dios hace todo lo posible para reconciliarse con su pueblo.

 

1.- Dios y salvador.

“No conocerás, pues, otro dios fuera de mí, ni otro salvador sino a mí” (V.4).

Dios salvó en Egipto y sigue salvando ahora.

El amor de Dios, de continuo mira a su pueblo.

Somos amados por Dios y salvados por Dios.

“Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

 

2.- Nos conoce en el desierto.

“Yo te conocí en el desierto, en tierra seca” (V.5).

Dios le recuerda a Israel que le conoció en el desierto camino de Canaán.

Dios nos conoció cuando no valíamos nada ni teníamos nada.

El valor del pueblo de Dios viene dado por el amor de Dios.

El amor de Dios es lo que nos da valor, por eso tu valor es infinito, porque el amor de Dios es infinito.

 

3.- En el desierto se nos conoce.

Cuando todo va bien hasta los carnales parecen espirituales, pero cuando vienen los momentos difíciles, el desierto saca lo que hay dentro de nosotros.

El desierto saca lo que hay dentro de nuestro corazón.

 

4.- En sus pastos se saciaron.

En sus pastos se saciaron, y repletos, se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de mí” (V.6).

Atravesaron el desierto y llegaron a la tierra prometida, allí tuvieron abundancia y acabaron “repletos”.

Cuanto todo estaba bien “se ensoberbeció su corazón”.

Dios nos ama y nos bendice, cuando esto ocurre no se nos olvide de donde salimos.

Que siempre recordemos lo que fuimos, que cuando venga la bendición que no nos ensoberbezcamos.

Nunca te creas que eres lo que no eres, cuando Dios te bendice es para que le des gloria a Él, no para que te ensoberbezcas.

Pase lo que pase no te olvides de Dios, no te olvides que todo lo que eres es gracias a Él.

No siempre lo malo viene del diablo, a veces es el amor de Dios para que regresemos a sus caminos.

 

5.- El amor de Dios nos perseguirá.

“Por tanto, yo seré para ellos como león; como un leopardo en el camino los acecharé. 8 Como osa que ha perdido los hijos los encontraré, y desgarraré las fibras de su corazón, y allí los devoraré como león; fiera del campo los despedazará” (V.7-8).

Estos textos muestran que Dios va a perseguirnos si nos desviamos.

Dios se compara con un león, con un leopardo y con una osa que ha perdido sus hijos.

Si te desvías Él te perseguirá para que regreses.

El amor de Dios se convierte en furor, pero es para nuestro bien, para que regresemos a sus caminos.

 

6.- “Te perdiste” (V.9).

No fue culpa del desierto, fue culpa de Israel, el pueblo se perdió.

No es culpa de tu jefe, ni de tu suegra, ni de tu esposa, ni de la enfermedad, es culpa nuestra.

Si nos perdemos es porque decidimos hacerlo, es porque el orgullo ha llenado nuestro corazón, y nos hemos olvidado de Dios.

 

7.- En Dios está nuestra ayuda.

“Te perdiste, oh Israel, mas en mí está tu ayuda” (V.9).

A pesar de todo lo que hemos hecho, a pesar de nuestra culpa, Dios desea ayudarnos.

El amor de Dios tiende su mano para ayudar a sus hijos descarriados.

 

8.- El auténtico rey.

“¿Dónde está tu rey, para que te guarde con todas tus ciudades; y tus jueces, de los cuales dijiste: Dame rey y príncipes? 11 Te di rey en mi furor, y te lo quité en mi ira” (V.10-11).

Israel había tenido reyes y de nada les había servido.

Pidió rey, Dios le dio a Saúl, aunque no estaba de acuerdo, por eso los reyes fueron más un problema que una bendición.

Dios nos puede dar cosas por nuestra insistencia, pero si no es la voluntad de Dios, no insistas, al final te va a perjudicar.

Acepta la voluntad de Dios, abrázala, ese es el mejor plan.

 

9.- La consecuencia del pecado.

Dolores de mujer que da a luz le vendrán; es un hijo no sabio, porque ya hace tiempo que no debiera detenerse al punto mismo de nacer” (V.13).

Se detuvo al punto de nacer, Dios quería grandes cosas en la tierra prometida en base a su amor y a la obediencia de su pueblo, pero, al no obedecer son como “Hijo no sabio”, como “torpe” o “necio” se traduce en otras versiones, deberían haber nacido y avanzado, pero se quedaron a las puertas del nacimiento, eran bebes espirituales.

He conocido a gente con mucho potencial que se quedaron en nada, se quedaron a punto de nacer.

 

10.- Da igual donde estemos.

“De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol; la compasión será escondida de mi vista”.

Aunque estemos muertos, Él nos sacará de la tumba, del seol.

Dios está interesado en la bendición de su pueblo, no importa donde estemos, incluso si estamos muertos, Él nos va a sacar de la muerte.

“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (I Corintios 15:55).

Jesús ha vencido a la muerte.

El viene a sacarnos de cualquier lugar, Él viene a darnos vida, aunque estemos muertos.

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